Las siguientes palabras son de Francesco Carnelutti: “todos nosotros tenemos un poco de ilusión de que los delincuentes son los que perturban la paz y de que la perturbación puede eliminarse separándoles de los otros; así el mundo se divide en dos sectores: el de los civiles y el de los inciviles; una especie de solución quirúrgica del problema de la civilidad.” Los objetivos del presente artículo son: a) precisar la noción de estereotipo criminalizante b) relacionar el estereotipo criminalizante con la vida cotidiana.
Eugenio Raúl Zaffaroni explica que los estereotipos —criminalizantes— son prefiguraciones negativas (prejuicios) de determinada categoría de personas que por apariencia o conducta se tienen por sospechosas. “El portador de caracteres estereotipados corre mayor riesgo de selección criminalizante que las otras personas. Los estereotipos dominantes en la actualidad suelen ser hombres jóvenes y pobres, con cierto aspecto externo y caracteres étnicos, o sea, con aspecto de delincuente cuya mera presencia los hace sospechosos.” (2009:23).
Si el lector viaja en un autobús del servicio urbano y, en una parada, se sube al camión un joven que “huele-a-milpa”, en el acto, casi instintivamente, el viajero protegerá su cartera o bolsa. ¿Cuál sería el principal sospechoso para un agente de la policía, si la cartera fuese robada y se detiene a dos personas, una bien vestida y otra un “teporocho”? Sin duda: <<El teporocho>>. Aunque la palabra no aparece en los diccionarios generales, ella es muy conocida en México, se aplica a personas muy pobres que para curarse los efectos de una borrachera, en la década de los 50s del siglo pasado, compraban en las afueras de la cantina o bar un té (con licor) por ocho centavos. De allí surgió el sobrenombre teporocho —“allí va uno que toma té-por-ocho”— para referirlo en general a personas muy pobres. Por el contrario, en Monterey (México) se dio un caso de un joven rico, bien parecido, que fue acusado de homicidio. La simple acusación produjo manifestaciones públicas de protesta e incredulidad: ¡Un chico “bien” y de buena apariencia no podía ser un criminal!
Elías Neuman describe la situación con prístina claridad: “Cuando tras 30 años vuelvo a visitar los reformatorios de menores y cárceles para adultos, encuentro… a los mismos reclusos de entonces. Sólo que ahora se llaman internos. Los mismos rostros, igual forma de andar, de dirigir sus indecisos mensajes, similares sonrisas de tristeza, torsos desnudos, los mismos tatuajes, igual coloración de piel, negra o pardusca, la misma forma de vestir con blue jeans y chaqueta negra y, también, los mismos delitos… A su cuidado están ¡Los mismos guardiacárceles!” (1994: 19). La historia de los patitos blancos y los “chicos malos” continúa… (Dorfman y Martelart, 1972).
Bibliografía
Dorfaman, A., & Mattelart, A. (1972). Para leer al pato Donald. México: Siglo XXI editores.
Neuman, E. (1994). Victimología y control social. Las víctimas del sistema penal. Buenos Aires, Argentina: Editorial Universidad.
Zaffaroni, E. R. (2009). Estructura básica del derecho penal. Buenos Aires, Argentina: EDIAR.
Es interesante el tema tratado, demasiado interesante, pues es uno de los males más silenciados que tiene nuestro país y sin duda alguna esto proviene de una cultura, es decir, un estilo de pensar que no se ha superado, ni con ninguna revolución, ni con ninguna independencia, pues no es si no la educación la que permite un estilo libre de pensar, dicha libertad que mantiene implícito el liberarse de prejuicios y demás estereotipos, que adquirimos por no ser libres.
ResponderEliminarEl texto me recuerda a una experiencia que viví junto con unos amigos, resulta que nos encontrábamos por el conocido Callejón de Rojas, ubicado a un costado del Palacio Municipal de la ciudad de Xalapa, Veracruz, el cual tiene en ese callejón el lugar de almacenamiento de basura del Palacio Municipal, al parecer ese día ya habían pasado los encargados de su recolección, pues ya no había basura, lo interesante es que al ir caminando por ese sitio un amigo volteó y se percato que había un gran animal de color gris, con una gran cola, por lo que de inmediato nos grito !miren una ratota y en el palacio municipal!, la consecuencia de esa expresión fueron risas, por lo que uno de nuestros acompañantes le contesto: no te espantes que adentro hay más y grandotas, lo que nos hizo que siguiéramos riendo.
Eso me pareció una evidencia más de que la ignorancia, nos ha llevado a creer como sociedad, que una persona vestida de traje no puede ser un ladrón, cuando la realidad nos dice todo lo contario.
UN GRATO SALUDO MAESTRO.
ESPERO ESTAR MÁS SEGUIDO LEYENDO SUS PUBLICACIONES.
JAIR JARED JIMÉNEZ ORTIZ