Hoy en día, las autoridades civiles y militares invitan a la ciudadanía en general a denunciar con valentía y seriedad a individuos y hechos delictivos. Se asegura que la delación será confidencial. La consigna es como sigue: << Si un individuo sospechoso ronda tu casa: ¡Denúncialo!>> Los objetivos de la presente entrada son: a) repetir la teoría del “chivo expiatorio”; y, b) distinguir el “ser chivo expiatorio” del sacrificio de expiación.
Hablando de estereotipos, Eugenio Raúl Zaffaroni se cuestiona: “¿Por qué alguien termina comportándose como se supone que debe hacerlo según el estereotipo? …Los psicólogos suelen explicarlo apelando a la teoría del “chivo expiatorio” en las familias patológicas. En éstas, al más vulnerable se lo carga con los peores defectos (tontito, mal hijo, descarriado, perverso, alborotador, conflictivo, agresivo, desalmado, etc.) y se le reprocha permanentemente su conducta (demandas de rol).” (2009:24-25). Las consecuencias son terribles, ya que entonces sí habrá que temer —y se teme—al joven varón, feo, pobre y naco (No es delincuente nato, pero está hecho para ser delincuente). ¿El estereotipado está fatalmente condenado a ser delincuente o únicamente tiene puesto el uniforme para ser seleccionado como tal? Es pertinente no adelantar vísperas…
Mientras tanto, conviene recordar que la idea de “ser el chivo expiatorio” suele explicarse diciendo que proviene de una práctica ritual de los antiguos judíos, por la que el Gran Sacerdote, purificado y vestido de blanco para la celebración del Día de la Expiación ("purificación de las culpas por medio de un sacrificio") elegía dos machos cabríos, echaba a suerte el sacrificio de uno, en nombre del pueblo de Israel y ponía las manos sobre la cabeza del animal elegido -llamado el Azazel- al que se le imputaban todos los pecados y abominaciones del pueblo israelita. Luego de esta ceremonia, el macho sobreviviente era devuelto al campo por un acólito y abandonado a su suerte, en el valle de Tofet, donde la gente lo perseguía entre gritos, insultos y pedradas. Por extensión, la expresión ser el chivo expiatorio adquirió entre nosotros el valor de hacer caer una culpa colectiva sobre alguien en particular, aun cuando no siempre éste haya sido el responsable de tal falta.
Sin embargo, también es conveniente no confundir la idea de “ser chivo expiatorio” con el sacrificio de expiación. Harold J. Berman escribe: “El sacrificio de Cristo no fue presentado —como lo sería más tarde, sobre todo después de la Reforma— como castigo por un delito (siendo Cristo el sustituto), sino como una penitencia en el sentido antiguo, es decir, en el sentido de obras de contrición, que conducían a una reconciliación de la víctima con el ofensor.” (2001: 193). Esto, aclara el mismo autor, fue el motivo conductor del derecho penal entre los pueblos de Europa en el periodo anterior a fines del siglo XI. Entonces, después de la reforma, el sacrificio de Cristo se comprenderá como sacrificio de expiación, que también tendrá muchas y muy graves implicaciones dentro del derecho penal de Occidente.
Bibliografía
Berman, H. J. (2001). La formación de la tradición jurídica de Occidente. México: Editorial del Fondo de Cultura Económica.
Zaffaroni, E. R. (2009). Estructura básica del derecho penal. Buenos Aires, Argentina: EDIAR.
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