Durante las sesiones de trabajo en los cursos de
Derecho penal de la Facultad de Derecho de la Universidad Veracruzana, tenía la
costumbre, no juzgaré si buena o mala, de sugerir a los alumnos la lectura de
alguna novela. Dicha costumbre enredaba el riesgo de que ellos recordaran la
obra literaria con mayor intensidad que el tema jurídico. Recojo aquella
humilde estrategia con la esperanza de que sea un pre-texto para abordar el
texto del asunto que ocupa nuestra atención y no otra cosa.
La novela, cuya lectura sugiero en esta ocasión es
Saramago, José. (2002). Ensayo sobre la ceguera. México: Editorial ALFAGUARA.
Tomo la reseña de la contraportada para hacer la recomendación y enseguida
trato de esbozar un <<por qué>> de la sugerencia:
<<Dentro de nosotros hay algo que no tiene
nombre, esa cosa es lo que somos.>>
Un hombre parado ante un semáforo en rojo se queda
ciego súbitamente. Es el primer caso de una <<ceguera blanca>> que
se expande de manera fulminante. Internados en cuarentena o perdidos en la
ciudad, los ciegos tendrán que enfrentarse con lo que existe de más primitivo
en la naturaleza humana: la voluntad de sobrevivir a cualquier precio
Ensayo sobre la ceguera es
la ficción de un autor que nos alerta sobre <<la responsabilidad de tener
ojos cuando otros los perdieron>>. José Saramago traza en este libro una
imagen aterradora y conmovedora de los tiempos que estamos viviendo. En un
mundo así, ¿cabrá alguna esperanza
El lector conocerá una experiencia imaginativa
única. En un punto donde se cruzan literatura y sabiduría. José Saramago nos
obliga a parar, cerrar los ojos y ver. Recuperar la lucidez y rescatar el
afecto son dos propuestas fundamentales de una novela que es, también, una
reflexión sobre la ética del amor y la solidaridad.
En unos tiempos en los cuales la “audiencia” y la “evidencia”,
gracias a las tecnologías de la comunicación y la información, están
adquiriendo significados novedosos, bien vale acudir a la imaginación creadora
para, después, reemprender el estudio con toda intensidad. Diré solamente que
la audiencia tiene una importancia
suprema en el juicio, pues el oído es el sentido por excelencia de esta época
nuestra, pero agregaré en el acto que se escucha mediante el sentido de la
vista y, por lo tanto, la evidencia
no tiene menor relevancia que la audiencia.
El asunto que se abordará en la siguiente Entrada
es el de los principios que muy pocos se atreven a ver y, dentro de estos
pocos, todavía algunos, en afán de contemporizar, los pretenden fundar en el
consenso, quedándose de todos modos como a medio paso.
La necesidad de esta digresión, que en realidad no
lo es, emerge al leer una opinión penal de Javier Dondé Matute:
En México es común estudiar el
Derecho penal a través de los principios derivados de la teoría del delito
también conocida como dogmática penal. Sin embargo esta teoría sufre de
diversas fallas metodológicas que la hacen una forma deficiente de estudiar el
Derecho penal, y que lamentablemente no se cuestionan por la académica, dándole
esa característica de dogma. En estas líneas se pretende exponer los problemas
centrales de la teoría del delito, como una crítica, pero también para comenzar
a cuestionarnos como estudian los penalistas esta rama del Derecho. Cabe
aclarar, en este sentido, que se usa en el título la palabra “destrucción” pues
es necesario derivar las formas de estudiar el Derecho penal antes de construir
nuevas maneras de análisis con bases metodológicas más sólidas. Así, se
expondrán en cada apartado algunos de los dogmas derivados de la teoría del
delito y su réplica. (Fecha de lectura: 29 de
septiembre de 2014):
http://www.inacipe.gob.mx/investigacion/INACIPE_opina/memorias_inacipe/memorias_javier_donde/Critica%20a%20la%20teoria%20del%20delito-%20Bases%20para%20su%20destruccion.php
No se preocupe el lector si de
pronto percibe que se le están dando de vueltas a las cosas, pues eso es lo que
se está haciendo y cabe agregar que es un camino para aproximarse a la
realidad.