La presente Entrada se dedica a todos aquellos que consideran que su
vida se basa en soliloquiar (“hablar a solas”), pues no se percatan de que
Alguien escucha.
El
encuentro de dos mundos no ocurrió con la Conquista de México sino con el
“transtierro”. Éste es un proceso alternativo de justicia cuyo fruto sabroso es
la conciliación <<España-México>> y en el cual los maestros del
exilio español fueron extraordinarios mediadores. (Serrano Migallón, 2003).
¡Culturas
“decapitadas”! La expresión es breve. La impresión en el ánimo fue intensa: “Si
de estas culturas lejanas pasamos a otras, no menos lejanas culturalmente, como
fueron las culturas ‘decapitadas’ de nuestra América, veremos que había dos
culturas altamente desarrolladas a la llegada del europeo: la azteca y la inca”
(Zafaroni, 1979: 112).
Este
dato expuesto por un Profesor argentino tiene su lógica y es el contexto idóneo
para retornar a las conclusiones de Emilio Gidi Villarreal en su libro Los Derechos Políticos de los Pueblos
Indígenas Mexicanos (2005) y, muy en especial, a la conclusión que marca
con el número 4, pues aquella lógica no es, bajo ningún concepto la de un
Profesor mexicano:
La conquista espiritual de que fueron objeto los pueblos indígenas
contribuyó en buena medida a configurar una identidad específica que conserva
rasgos de sus originales religiones idólatras y que al propio tiempo les lleva
a profesar un catolicismo no ortodoxo, el cual se mostró incapaz de sustituir
todas sus prácticas religiosas. Así, fueron erradicados los sacrificios de
seres humanos y animales para calmar el enojo de los dioses o lograr sus
favores, pero sus ídolos fueron substituidos por las imágenes de santos y vírgenes a los que se les dedican
danzas y se les entregan ofrendas, lo que ha permitido sostener a los
estudiosos del tema que tuvo lugar un sincretismo religioso que les dota de una
identidad religiosa propia (Gidi, 2005: 326)
Al
menos en México, no existió decapitación de culturas sino una transformación de
las mismas y basta asomarse al templo de San Juan Chamula, Chiapas (México)
para comprender cabalmente la conclusión de Gidi Villarreal.
Puesto
que sincretismo es un término que en
su significado usual alude a un sistema filosófico que trata de conciliar
doctrinas diferentes, no resulta tan simple referirse a un “sincretismo
religioso”. Quizás por esta complejidad convenga esta semana leer el libro de
Mauricio Beuchot, cuyo título es Historia
de la Filosofía en el México Colonial, allí se comprenderá la dinámica
intensa del pensamiento mexicano (1996).
Después
de esto, conviene descender al conocimiento popular sobre la celebración del 12
de octubre en México. La información que se obtiene sobre esta celebración es
que oficialmente desde 1928, por iniciativa de José Vasconcelos, se celebra el
Día de la Raza, que alude a lo que este pensador llamaba raza iberoamericana, con un significado de mestizaje y sincretismo
cultural.
Y
“Día de la Raza” es el nombre con que se denominó inicialmente en la mayoría de
los países hispanoamericanos la celebración del 12 de octubre en conmemoración
del avistamiento de tierra por el marinero Rodrigo de Triana en 1942, luego de
navegado más de dos meses al mando de Cristóbal Colón a lo que posteriormente
se denominaría América.
Esta
fiesta conmemorativa se mantiene en general en Hispanoamérica, aunque muchos
países le han dado otros nombres, como “Día de la Hispanidad” en España; “Día
del Respeto a la Diversidad Cultural” en Argentina; “Día del Encuentro de Dos
Mundos” en Chile; o “Día de la Resistencia Indígena” en Nicaragua y Venezuela.
Bibliografía
Beuchot, M. (1996). Historia de la Filosofía en el
México Colonial. Barcelona, España: Herder.
Gidi Villarreal, E. (2005). Los
derechos políticos de los pueblos indígenas mexicanos. México: Editorial
Porrúa.
Serrano Migallón, F. (2003). Los
Maestros del exilio español en la Facultad de Derecho. México: Editorial
Porrúa S. A. y Facultad de Derecho de la UNAM.
Zaffaroni, E. R. (1979). Manual de
derecho penal, Parte General. Buenos Aires, Argentina: EDIAR.
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