viernes, 7 de octubre de 2011

¿Una doctrina arcaica?

¿La Suprema Corte nos dejó en el limbo?

En el pueblo se jugaba la lotería mexicana en la calle. El señor que cantaba las cartas, las acompañaba de un “verso”. Cuando aparecía <<la campana>>, él gritaba a voz en cuello: “La campana llama a los creyentes/unos van con devoción y otros a pelar los dientes”. La sabiduría popular enseña con esas palabras que la doctrina de las iglesias se dirige a los creyentes, si ellos siguen sus enseñanzas serán la sal de la tierra, la luz del mundo. El llamado de las iglesias suele extenderse a los “hombres de buena voluntad”.

La doctrina tradicional sustenta que el feto es ya un ser humano capaz de reacciones psíquicas con respecto a la madre. Desde la entrada del gameto masculino al óvulo empieza a desarrollarse un nuevo ser. Un ser con un programa genético distinto de la madre y con una serie de características que lo individuan. Este individuo pertenece a la especie humana por su origen, por su composición celular, por su autonomía biológica, por su programa psico-genético y por su capacidad de reacciones cerebrales. Ese ser, en el vientre materno, es ya un ser con vida propia. Por consiguiente, cualquier acción en contra de la vida de ese ser constituye un atentado a esa vida natural en desarrollo.

Según esa doctrina, los datos biológicos expresados en el párrafo anterior establecen un derecho natural que brota de la dignidad que posee este ser vivo e individuado que está, transitoriamente en el seno materno. El ser humano lo es desde que es concebido y lo será hasta el momento de la muerte. Éste es un presupuesto biológico que debe tener muy en cuenta cualquier disposición del derecho positivo para ser un derecho justo. El individuo en el vientre materno es sujeto de vida humana y su primer derecho natural es el derecho a la vida y a que se favorezca por todos los medios su nacimiento y desarrollo posterior. De donde se sigue que el aborto provocado voluntariamente es una violación flagrante del derecho natural. La consideración teológica no se hace esperar “Dios es la vida”. La moral que se desprende de la creencia expuesta consiste en afirmar que el aborto es un acto intrínsecamente malo y perverso. Su maldad no puede ser justificada.

No se le va “A rezar el padrenuestro al señor cura”, pues dentro de una sociedad plural esa creencia también debe ser respetada. Pero, la ley penal no puede ni debe ser utilizada para imponer una moral. No puede porque su finalidad es proteger los derechos de la persona acusada de delito. No debe porque se distorsiona convirtiéndose en garrote o tranca. Las penas están perdidas, no tienen ninguna justificación. El castigo es un hecho, mas no es un derecho. La misión del derecho penal es contener, limitar o, de ser posible, disminuir el poder de castigar. Una moral no se puede imponer por medio de la fuerza del estado. La pretensión de  que un mandamiento moral se imponga por medio de la ley penal es un grave error del entendimiento y no solamente un arcaísmo.

El orden jurídico mexicano tradicionalmente había protegido el derecho a la vida, aunque con reservas respecto a la protección desde el momento de la concepción, precisamente por ese error del entendimiento. Otro error hizo que al suprimir de la Constitución Política de México los preceptos sobre la pena de muerte, se suprimiera también el derecho a la vida.

Sin embargo, existe otro arcaísmo que sí le compete a nuestra reflexión: el derecho penal no tutela bienes jurídicos (aunque éstos estén tutelados por el orden jurídico). Si acaso protege algunos bienes jurídicos, protege los derechos de la persona acusada de delito. El derecho penal no castiga. Si una persona es presentada ante el juez, acusada de haber cometido un delito, entonces  el juez debe verificar que la conducta de dicha persona se integró o no al tipo penal de que se trate para dejar pasar el castigo o interrumpirlo. La persona que llega ante el juez, siempre llega sufriendo ya el castigo.

El castigo y la pretensión de un derecho a castigar (ius puniendi) es cosa de los políticos y se debe andar con cuidado porque como advirtiera M. Gandhi: hay políticos disfrazados de religiosos.

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