Resumen
No
sé si guardar notas que en algún momento de la vida interesaron es una buena o
mala práctica, pero el autor del blog guardó una anotación que hoy comparte,
pues ella se volvió trascendental de cara a la toma de una decisión particular.
En efecto, con la influencia anglosajona, al término de una profesión jurídica
y ya como un adulto mayor, se resuelve dar un salto (¿mortal?) hacia otra
profesión jurídica: la meta actual es instaurar un Despacho de abogados, lo cual no es poca cosa en cualquier época de
la vida.
Introducción
El propósito de la presente Entrada
es reflexionar sobre aquella nota nunca olvidada. El motivo no cesa de ser
docente, pues siempre se animó a los alumnos a para que ejercitaran su espíritu
de aventura y pusieran su despacho: la palabra convence, pero el ejemplo
arrastra. Por esto, y antes que otra cosa, se expone aquella anotación guardada
con celo sinigual y que, en cierto modo, indica que la decisión tomada hoy, se viene alimentando
desde hace muchos años. Por supuesto que existe un proyecto, pero también se
tiene el hábito de dejarse guiar por los consejos de la sagacidad. Sin más
rodeos, he aquí el objeto de reflexión:
Aprender a volar.
Lecciones de una lectura ligera (Bailey, 1993)
Esto
también vale para los abogados litigantes:
1.
Los
pilotos no tardan en aprender que deben
tomar ciertas decisiones con rapidez y que éstas deben ser correctas.
2.
Los
pilotos aprenden que, para gobernar el aeroplano con eficiencia, deben quitarse
el hábito de obedecer las órdenes (excepto en el caso de los pilotos militares
cuando vuelan en formación).
3.
Los
pilotos saben que si desean elegir la aviación como carrera, tienen que
desarrollar una fuerte confianza en sí mismos y no angustiarse por cualquier percance
que tengan que confrontar.
4.
Los
pilotos tienen que estar preparados para decidir y actuar con celeridad y
evitar los errores, incluso cuando apremia el tiempo.
5.
Los
pilotos…sólo son seres humanos y sí cometen errores de ven en cuando. Pero
saben que no todos los errores…son necesariamente fatales, a condición de que
sepan: a) reconocer el error cometido, b) investigar su naturaleza y los medios
para corregirlo, c) no atemorizarse ni paralizarse en los controles de mando.
El área de estudio es el de las prácticas jurídicas. Muchos alumnos, e
incluso quienes no lo fueron, imaginan que quien esto escribe es un neófito (un
recién converso) a estos menesteres, lo cual es falso, ya que en esto también
hay camino andado. Generalmente, ellos sitúan al autor de esta líneas en los
campos de la educación jurídica y, si acaso, en el terreno de la dogmática
jurídica (y se olvidan que una y otra nunca podrían existir fuera de las áreas
de la jurisprudencia o de la legislación). Al decir de algunos autores, no
existe práctica alguna sin teoría; y, al decir de otros, no existe mejor
práctica que una buena teoría.
En el caso del autor del Blog, las credenciales a
mostrar responden a cargos en la Administración (universitaria y pública), que
es una profesión jurídica cuya esencia radica en la aplicación de leyes. No
obstante, carece de sentido tratar de hacer apología, cuando se dice que el
área de estudio está constituida por las prácticas
jurídicas, pues con ello se está pensando en las prácticas de los abogados
(de gestoría, de justicia alternativa o de actividades en los tribunales).
De hecho, al egresar de la carrera de licenciado en
Derecho, se afirma –aunque en muchas ocasiones sólo sea una presunción- que el
egresado goza de los conocimientos básicos de la disciplina jurídica con el fin
de que se le otorgue licencia para
patrocinar litigios, el resto de las profesiones jurídicas tienen otros
requisitos, además de la cédula profesional.
Esto también vale para los abogados
Los abogados no tardan en aprender que
deben tomar ciertas decisiones con rapidez y que éstas deben ser correctas. Se
comprende que para cumplir con dicho deber el abogado necesita tener
conocimientos acerca de los datos jurídicos del caso, más el ordenamiento
jurídico (con la ponderación correspondiente que haga posible la integración de
una cosa con la otra). Todo esto a partir de los datos construidos dentro de la
función que realice: atacante o atacado. Siempre a la luz de la jurisprudencia.
Los abogados aprenden que, para
gobernar el despacho con eficiencia, deben quitarse el hábito de obedecer las
órdenes (excepto en el caso de los pilotos militares cuando vuelan en
formación). En su actuación, el abogado valora los
derechos fundamentales de la persona involucrada en la función procesal que
realiza y dentro del orden valorativo jurídico. Con un vocabulario tradicional
y coloquial, cabe afirmar que la Justicia no es sirvienta sino señora,
ella existe no para servirle a nadie sino para ser servida. Por lo tanto, el
abogado solamente está sujeto a los mandatos de la Justicia.
Los abogados saben que si desean
elegir la abogacía como carrera, tienen que desarrollar una fuerte confianza en
sí mismos y no angustiarse por cualquier percance que tengan que confrontar.
En el México prehispánico, se empleaba la expresión “rostro y corazón” para
representar a la persona. Hoy en día, podría equipararse a inteligencia y voluntad.
El gran lío de nuestros tiempos y en nuestra región, estriba en el acento que
se pone a la voluntad en un afán desmedido por vencer sin convencer. Pareciera
que en las prácticas jurídicas hay un
gran olvido de la inteligencia. Teóricamente se ha llegado al extremo de pensar
que el derecho es argumentación y sólo argumentación. Pero, en la argumentación
sin inteligencia está el origen de la desconfianza en sí mismo y la angustia o
angostura, prácticamente el callejón sin salida de algunos casos jurídicos.
Los abogados tienen que estar
preparados para decidir y actuar con celeridad y evitar los errores, incluso
cuando apremia el tiempo. Todo se enmarca dentro de un gran
error la incomprensión de que su función procesal es función judicial. La jurisdicción
es asunto del juez, pero el abogado coadyuva con el juez, según el ritmo que
marca el derecho procesal, caracterizado siempre por un raudal de actividades a
realizar en breve tiempo. En el acto llega a la memoria el texto de un expendio
de alimentos: “Rápido y bien, no hay quien. Si te sirvo rápido, te sirvo mal,
pero con calma ¿Qué tal”.
Conclusión
Los abogados…sólo son seres humanos y
sí cometen errores de ven en cuando. Pero saben que no todos los errores…son
necesariamente fatales, a condición de que sepan: a) reconocer el error
cometido, b) investigar su naturaleza y los medios para corregirlo, c) no
atemorizarse ni paralizarse en los controles de mando.
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