Enrique VIII |
Introducción
El sábado 6 de junio de
2015, dentro de un curso del Doctorado en Derecho de la UX, que tengo a bien
impartir, encontré a Erasmo de Rotterdam y a Tomás Moro dentro de la influencia
del Humanismo renacentista y en el descubrimiento de los derechos naturales
que, según Mauricio Beuchot, son los mismos que hoy en día llamamos “Derechos
Humanos”. El domingo 7 del mismo mes y año, tropecé de nueva cuenta con Tomás
Moro, pues hay quien lo considera el santo patrono de los políticos y ayer, con
motivo de la jornada electoral, los políticos deben haberlo tenido de cabeza.
Sin embargo, dentro del
análisis del caso que nos traemos entre manos, lo importa en este momento es la
visión fáctica o histórica de los hechos. Bajo la advertencia de que en
nuestros tiempos concluyó la era de los hechos duros y, por lo tanto,
inamovibles. Los hechos también son objeto de interpretación. Como quedó dicho
en las Entradas anteriores todo
el análisis y la reflexión de este caso se basan en el artículo de Hernán
Corral Talciani y hoy recibimos su relato
de hechos al pie de la letra.
Hechos
Tomás Moro sucedió el 25
de octubre de 1529 como gran canciller de Enrique VIII al cardenal Tomás
Wolsey. Wolsey fue destituido de su puesto, a pesar de sus muchos servicios al
monarca, por no haber conseguido la anulación del matrimonio entre Enrique y
Catalina de Aragón y ser despreciado por Ana Bolena, su familia y sus
partidarios, quienes rodeaban ahora al rey.
El 6 de octubre de 1529 el
cardenal fue oficialmente destituido y más tarde acusado del delito de
praemunire [ver glosario al final]. Sólo se libró de la condena por morir en el
camino a su prisión en la Torre de Londres (29 de noviembre de 1529).
Moro no compartía la opinión del rey de que su matrimonio
con Catalina era nulo, pero a pesar de ello el rey lo eligió: era un laico,
experto jurista, conocido por Enrique desde su infancia y un eficiente y leal
servidor público, por lo que podía dar confianza a todos los sectores y liderar
el Parlamento que Enrique convocó el 3 de noviembre de 1529.
Moro aceptó el cargo a sabiendas de que los tiempos no
eran favorables a sus ideas pero no podía ahora desdecirse de lo que pensaba y
había dejado escrito en su obra de juventud, la célebre Utopía, en cuanto a
"no abandonar la nave en medio de la tempestad".
Después recordaría como el rey le prometió que no le
forzaría a obrar contra su conciencia en la cuestión del matrimonio , y de
hecho durante su desempeño como canciller la "grand matter of the
King", como se le solía llamar, fue encomendada a otros funcionarios.
Moro se dedicó a sus labores parlamentarias y judiciales
en las dos Cortes reales: la "Court of Chancery" y la "Court of
Star Chambre".
Permaneció en el cargo por dos años y medio, viendo cómo
la política del rey para anular su matrimonio, casarse con Ana Bolena y tener
descendencia masculina que pudiera heredar el trono, se convertía
progresivamente, gracias a nuevos asesores reales como Tomás Cranmer y Tomás
Cromwell, en un rompimiento con el papa ya no sólo como soberano temporal sino
como cabeza espiritual de la Iglesia en Inglaterra. Lo que era una cuestión
acotada a la supuesta conciencia del rey de vivir en concubinato (por no ser
válido el matrimonio con la viuda de su hermano Arturo), se fue expandiendo a
la aspiración a tener el poder total sobre la iglesia, los obispos, el clero y
todos los fieles de la Iglesia y a una expectativa de incrementar la riqueza
del reinado y sus nobles a través de la confiscación de las tierras y
propiedades actualmente en manos de conventos, órdenes religiosas y
monasterios
Enrique se dirigió primero al clero a través de la
amenaza. Acusó a varios obispos de haber sido cómplices de Wolsey por haberlo
aceptado como legado pontificio. Reclamó luego que la Convocation o sínodo de
obispos de Canterbury lo declarara cabeza suprema de la iglesia, lo que
consiguió pero con la expresión matizada de que ello era "hasta donde lo
permita la ley de Cristo": "as far as the law of Christ allows"
(11 de febrero de 1531).
El rey siguió insistiendo. El 15 de enero de 1532 se
presentó personalmente ante el Parlamento y declaró que, al releer el juramento
que hacían los obispos de fidelidad al papa, había "descubierto" que
tenía súbditos que sólo lo eran a medias, pues también se sometían a un poder
extranjero. La amenaza era directa y clara: o los prelados lo reconocían a él
como único soberano y renunciaban a toda obediencia a la jurisdicción del Santo
Padre o serían enjuiciados. Los obispos, presididos por el arzobispo de
Canterbury, Willam Warham, ya en las postrimerías de su vida, suscribieron el
documento denominado muy acertadamente Submission of Clergy ("Sumisión del
clero"). En ese documento, la Convocation de Canterbury declaraba a
Enrique VIII como suprema cabeza de la Iglesia en Inglaterra sin ningún límite
o matización. Era el 15 de mayo de 1532.
Al día siguiente, el 16 de mayo, el arzobispo Warham
remitió a Enrique VIII el documento con la sumisión [33]. A las 15:00 horas del
mismo día, en el jardín de Whitehall Palace, Enrique VIII junto al duque de
Norfolk, Tomás Howard, recibió a Tomás Moro para aceptar su renuncia al cargo
de canciller del Reino, y recibir el saco de cuero blanco que contenía el gran
sello que simbolizaba su función y poder.
A diferencia de Wolsey, Moro no fue destituido sino que
le fue aceptada su renuncia, lo que en esos tiempos necesitaba el asentimiento
del rey. Moro dice en sus cartas que había estado pidiendo desde antes su
salida del gobierno porque tenía problemas de salud que le impedían seguir desempeñando
su puesto. Es probable que esta haya sido una explicación acordada y que, si
bien las dolencias existían, la verdadera causa de la resignación fuera doble:
Moro se daba cuenta que con su presencia ya no podía frenar la política
separatista de Enrique y advertía que si se mantenía en el cargo ello se
entendería como una legitimación suya a la conducta del gobernante. Por su
parte, Enrique no habrá querido enfrentarse directamente a su canciller y
enviarlo a prisión como a Wolsey, ya que no tenía motivos para ello, y la
excusa de la salud le servía para deshacerse de alguien que ya no le era
necesario ni funcional a sus actuales planes.
La salida de Moro del cargo fue, pues, aparentemente
pacífica y satisfactoria para ambas partes. Moro recibió grandes elogios de
Enrique VIII y, a su vez, prometió no inmiscuirse en asuntos públicos y
retirarse a una vida de oración y práctica de la piedad personal y familiar.
A pesar de que aparentemente Moro seguía gozando del
favor del rey, era consciente de que su situación era muy distinta hasta desde
el punto de vista económico. Con su característico humor, Moro hizo ver a su
mujer Alice el cambio de situación, según una anécdota que relata Roper. Cuenta
su yerno, que mientras era Canciller cuando terminaban los servicios en la
Iglesia uno de sus servidores se acercaba al banco de su mujer para avisarle:
"Señora, mi señor se ha ido". El primer día de fiesta después de la
renuncia a su cargo, no teniendo ya servidores, se acercó el mismo al banco de
Alice y haciéndole una revencia le dijo: "Señora, ¡mi señor ha
desaparecido!": "Madame, my lord is gone".
Glosario
Præmunire. Es un término del derecho canónico y civil inglés
que incluye en su significado un cierto delito, el mandato judicial y su
castigo. El término es la primera palabra del mandato y significa 'proteger,
asegurar, guardar'. Este mandato fue originalmente usado por Eduardo III en
1353 para frenar la arrogante usurpación del poder papal. Este monarca prohibió
(27 St. 1, c. 1), bajo ciertas penas a cualquiera de sus súbditos,
particularmente al clero, ir a Roma para responder a cuestiones que eran
propiamente de la jurisdicción del rey y también a la recepción por parte del
papa de dignidades eclesiásticas. Mediante esas medidas Eduardo acometió en
vano la remoción de un mal clamoroso. Ricardo II emitió unos estatutos
similares en 1393, particularmente uno denominado Statute of Præmunire, en el
que el castigo por el delito era el encarcelamiento de por vida, la pérdida de
tierras y otras propiedades. Enrique IV y posteriores soberanos le dieron el
mismo nombre y castigo (conocido como Præmunire) a diferentes delitos que solo
tienen en común más o menos la insubordinación a la autoridad real. En 1529
Enrique VIII echó mano de este recurso en su disputa con Clemente VII en lo
tocante a su divorcio de Ana Bolena.
Bibliografía
Arango, R. (2004). ¿Hay respuestas correctas en el
derecho? Bogotá, Colombia: Siglo del hombre Editores y Universidad de los
Andes.
Beuchot, M. (1995). Derechos Humanos. Iuspositivismo y
Iusnaturalismo. México: UNAM.
Zaffaroni, E. R. (2003). Criminología. Aproximación
desde el margen. Bogotá, Colombia: Temis.
Zaffaroni, E. R., Alagia, A., & Slokar, A. (2005). Manual
de Derecho Penal, Parte General. Buenos Aires, Argentina: EDIAR.